Foto: Patricia Simón. |
Y así, poco a poco, una fue descubriendo que dependiendo de dónde se naciera tendría derecho a una vida u otra, y fue entendiendo que no debería ser así, que aunque no todos -por aquel entonces el femenino no existía- fuéramos iguales sí que tendríamos que tener derecho a una educación y sanidad pública -esta última ya existía, pero era más de caridad que de calidad- y que si trabajabas tu sueldo como mínimo te tendría que dar para vivir y disfrutar de la vida, que todo es necesario.
Y crecí, no en altura, sino en edad... y ya viviendo en Gijón, que conste que me costó muchas lágrimas dejar de vivir en el Poblado, fui conociendo y haciendo amigas y amigos y ahora sé que no fue casualidad que me rodeara de amistades que militaban clandestinamente en las Juventudes Comunistas y me vi haciendo teatro en un grupo cuyo director, que se llama Otero, era el fan número uno de Bertolt Brecht, ¡y yo tan tranquila porque no militaba!
Y dentro de este conocimiento de personas, aparecieron Geli, Dulce o Lourdes. No fueron las únicas, pero sí las primeras en darme a conocer una filosofía de vida que se llama FEMINISMO.
Y sentí que me faltaba mucho por aprender, mucho por leer y mucho por ejercer como mujer libre por mucho que tuviera pareja.
Y me puse manos a la obra, lo de leer siempre me gustó, y aunque los libros que me tocaban ahora me resultaban muy difíciles, recuerdo cuando me dejaron Sexo y Filosofía de Amelia Valcárcel… ¡uf, que trabajo para terminarlo y para entenderlo! Pienso leerlo de nuevo, que lo sepáis.
Y así empezó todo, y es verdad, os lo aseguro, que una vez que una se pone las gafas de color violeta es imposible ver la vida, para lo bueno y para lo malo que también tiene, de otro color, sin analizar, sin denunciar y sin luchar para que cambie.
¿Por qué cuento esto para darle las gracias a Belén por su blog? Porque no tengo ningún mérito, en mi familia la solidaridad era parte de nuestra vida, como en el resto de muchas casas de La Camocha y porque tuve la suerte, la inmensa suerte de cruzarme en mi camino, ¿o no?, con las personas adecuadas.
Y con una de ellas decidí compartir todo lo que yo ya tenía, amistades, familia, trabajo y amor, amor del bueno, como debe ser.
Y Emilio entendió rápidamente que la única manera de estar conmigo era ponerse también las gafas violeta, y os confieso que lo hizo y lo hizo tan bien que no había escrito, anuncio, o película que no “denunciara” por machista, y tanto es así, que cuando yo lo comentaba primero, me llamaba exagerada… ¡¡¡Le daba rabia no ser él el primero!!!
Y supo que planchar, limpiar y demás, no es cosa de una sino de dos cuando se comparte casa.
Por esto me gustó tanto que Belén lo nombrara a pesar de no haberlo conocido en persona pero sí a través de mí. ¡¡¡Gracias por ello!!!
Y con el feminismo aprendí a conocer, reconocer y defender el trabajo de las mujeres, desde el de las amas de casa (qué antiguo suena) hasta el de nuestras filósofas.
Y a ti, Belén, a ti te reconocí en tus escritos y no me equivoqué… Escribes muy bien y tienes una voz preciosa a la que acompaña una persona solidaria, que es lo que tú eres, y no lo tomes como flores de ida y vuelta porque así lo siento y lo pienso.
Por lo demás, estoy acostumbrada a hablar en plural, en modo Tertulia Feminista Les Comadres…
Y para terminar OS ASEGURO que ni la Tertulia ni el Tren estarían en marcha sin el trabajo, no de muchas pero sí de más de una.
Gracias, Pili Peque y María José, por la parte de Gijón.
Y Ana Isabel, Maricusa, Aida y María por la parte de la Cuenca y Oviedo.
Y ahora os preguntaréis por qué para darle las gracias a Belén os cuento todo esto. Os lo contesto:
Porque el reconocer el trabajo y la generosidad de otras personas forma parte de mi código genético, así que no tengo mérito alguno, sino suerte, mucha suerte, por mi familia, por mis amistades, especialmente mis amigas, y por todas vosotras.
GRACIAS, BELÉN, POR HACERME LLORAR… ¡¡¡¡¡Igual lo necesitaba!!!!!
Palabra de feminista.